miércoles, agosto 22, 2007

CRONICA DE UN VIAJE ANUNCIADO


Invasión de adrenalina.
Es demasiado temprano para levantarme aún, sin embargo espero con los ojos abiertos a que suene la alarma.
Me levanto y me voy con la mochila cargada de dudas, impaciencia, ilusiones vanales.
Y espero... sigo esperando y de pronto me voy y recorro desde lo más urbano a lo más campestre.
Y me alejo de todo y me acerco a mí.

Las horas son infinitas bajo el sol, sobre el bus.
Al fin llegamos, llegamos más tarde de lo esperado, llegamos más cerca de lo imaginado.
Y nos adentramos en una casa enorme, de paredes de colores, llenas de recuerdos y con una presencia invisible que respiraba en nuestras nucas.
Nos conocimos, nos reconocimos, nos aceptamos y nos quisimos.
Los caminos se hicieron pedregosos. A lo verde le salió espinas. Nuestros pasos arrastraban polvo y sudor.
Sedientos de emociones, terminamos exahustos de tanto reír, de tanto llorar...
En medio de la nada, tan cerca de nosotos y tan lejos del resto del mundo, extrañamos, sí, pero lo que vivimos no fue extraño, fue familiar, demasiado familiar.

Llegó el momento de partir, las mochilas vienen más livianas, los cuerpos también.
Descargamos todo, dejamos todo lo guardado en el mineral que respiramos.
Se fue todo con el vino sudado en los cerros.

Pronto la imagen invocará a la memoria.
La memoria de Satuco...
La memoria de nuestro viaje al extremo de la emoción.