viernes, septiembre 22, 2006

Claro y vacío.



Recién ahora puedo convencerme, de que las dudas siempre fueron certezas.
De que los sueños son sólo deseos y no advertencias.
De que los pasos no van, sino vuelven.
De que el horizonte siempre ha estado detrás mío.
De que todo, absolutamente todo se va.
De que me voy.
De que no quiero volver
porque la duda
me convenció
y porque no veo nada
ni a nadie
que me detenga
ni que me convenza
de lo contrario.

Aunque podría gritar, pero ¿para qué? Si todos estan tan felices...

miércoles, septiembre 13, 2006

A la misma hora, en el mismo lugar.


Traté de aparentar desinterés, mas no se escapó ningún detalle para que aquel encuentro fuera perfecto. Conté hasta los parpadeos que daría antes de saludarlo. Pero nuevamente ese momento se esfumó antes de suceder.
Esta vez no lloré, ni me ofusqué, ni me acosté como solía hacerlo en las millones de veces que esto sucedía.
Esta vez salí e inicié el ritual tal cual como lo habia planeado.
Perfectamente vestida, con olor a jazmín y mandarinas, los ojos grandes y brillantes.
Fui a aquel museo, me senté en el segundo peldaño y a la hora señalada pestañé todas esas veces, saludé a las palomas, caminé con mi sombra, me reí con los autos, observé a los transeúntes, acaricié las hojas, besé el viento, abracé a mis brazos. Hasta que me cansé, me senté en un banquillo de la plaza, me recosté dejando que la madera sintiera mi pelo suave, lo oliera y me recordara. Rocé mi cuerpo insistentemente en todos los lugares que recorrí, para que en aquel espacio quedara grabado mi olor y para que esa plaza al menos esta noche se durmirera con mi olor y soñara conmigo.

lunes, septiembre 11, 2006

Un texto Indecente



Ya es primavera, se levanta la carpa del circo. Margarita llega mirando a todo el mundo. Una mujer gorda la espera.

Necesita audicionar para trabajar en aquel circo; su sueño frustrado está a punto de hacerse realidad. Toda su vida ha querido ser vedette, pero sólo ha podido ser contemplada por los ojos de su padre y de sus tíos quienes la aplaudían, jadeando, deseoso de poseerla en el momento mismo que la música paraba de sonar.

Margarita llega hasta donde la gran mujer. Baila para ella. Sus movimientos no provocan nada más que hambre en la gorda, quien come lentamente los pasteles de crema que se esparce por su cara y aparece entremedio de sus gruesos dedos blancos.

Termina la música y Margarita ya no sabe qué hacer. Un silencio se ha provocado en la carpa. Los artistas se han quedado inmóviles mirando el delgado cuerpo de Margarita que brillaba con sus gotas de sudor.

La mujer gorda, seria, en silencio, chupa sus dedos encremados, se para con dificultado y le ordena a Margarita que la siga. Ambas se dirigen al privado. Al fondo de la carpa donde nadie más puede entrar. Donde no hay más que una puerta y tras de ella una gran cama de sábanas delgadas, usadas una y mil veces, con pelotas de hilo pegadas, un blanco grisáceo, seboso. Al lado, e la mesita, las botellitas de licor de café y menta, las copas diminutas de vidrio. La gorda se recuesta lentamente y Margarita como hipnotizada se acerca a ella. La gorda desabotona su vestido, deja ver sus gigantes senos y se sobajea en la cama. Margarita comienza a jadear, así tal cual como su padre y sus tíos y no aguanta las ganas de manosear los pechos de la gorda. Ahí en un éxtasis de crema y grasas, la carne abultada de la gorda succiona, aprieta y cede a los huesos, a la figura esquelética de Margarita.

Margarita ya puede trabajar en el circo. Ya fue aceptada por la gran jefa, pero sólo estará a prueba por untar de semanas. Aún no ha ganado toda la confianza de la gorda. Mientras tanto, deberá limpiar la mierda del elefante, ha demostrado ser muy buena con su lengua; eso por lo menos lo dicen los enanos que ya llevan años allí y han pasado por todo.

sábado, septiembre 02, 2006

No pertenecer


Nada me pertenece, lo unico material que tengo es mi cámara. Es lo unico que me he ganado con el sudor de mi frente. Es mi herramienta de trabajo, mi confidente, mi túnel de expresión. Mi mirada clara y perfecta.

Nada más me interesa tener. Desapegada de todo lo material, no soy de aquí ni de allá. No vivo en el puerto ni en la ciudad. Las luciérnagas son mis amigas, mi famila... no lo sé. Mi familia es la pequeña llama de una vela que está a punto de extinguirse. Que arroja un humo negro como queriendo luchar con el aire, queriendo alejar a cualquier depredador, mas ya no tiene de donde aferrarse para seguir viva. Las tres cuartas partes se han ido con el aire, el resto ha quedado esparcido en una superficie sucia y vieja que cobija los exesos de comida, de palabra, de preocupaciones, de modernidad.

Los libros, si tuvieran alma podrian desplazar a sus reemplazantes quienes han robado sus ideas y se llenan la boca de palabras robadas, de conceptos creados por otros. Alimentan su ego para sentirse intelectualmente poderosos. Pero no son nadie, sólo un almacén de ideas que se degradará en un par de décadas más. Ellos no pertenecen a las aulas, sólo a sus cómodos bergères de cuero negro y su lamparita de pie, donde tras sus diminutos anteojos que descanzan en la punta de sus narices, beben el nectar más puro de la sabiduría, para luego vomitarlo de la forma más vulgar ante seres inocentes e ignorantes.

No pertenezco a Santiago,
ni a los Queirolo
ni a los Muñoz
ni a Valparaíso
ni a la Universidad
ni a la academia Vaisnava
ni a mí.

No pertenezco a nada, a nadie.
porque no tengo nada, no tengo a nadie
Ni siquiera tengo el silencio que tanto anhelo
el zumbido de la voz de mi madre que ronda por mi cabeza y no deja en paz esta noche calma, termina por arruinar mi momento letrado, la ira vuelve a mis tallos, las espinas vuelven a sellarse y brotan nuevamente...