miércoles, septiembre 13, 2006

A la misma hora, en el mismo lugar.


Traté de aparentar desinterés, mas no se escapó ningún detalle para que aquel encuentro fuera perfecto. Conté hasta los parpadeos que daría antes de saludarlo. Pero nuevamente ese momento se esfumó antes de suceder.
Esta vez no lloré, ni me ofusqué, ni me acosté como solía hacerlo en las millones de veces que esto sucedía.
Esta vez salí e inicié el ritual tal cual como lo habia planeado.
Perfectamente vestida, con olor a jazmín y mandarinas, los ojos grandes y brillantes.
Fui a aquel museo, me senté en el segundo peldaño y a la hora señalada pestañé todas esas veces, saludé a las palomas, caminé con mi sombra, me reí con los autos, observé a los transeúntes, acaricié las hojas, besé el viento, abracé a mis brazos. Hasta que me cansé, me senté en un banquillo de la plaza, me recosté dejando que la madera sintiera mi pelo suave, lo oliera y me recordara. Rocé mi cuerpo insistentemente en todos los lugares que recorrí, para que en aquel espacio quedara grabado mi olor y para que esa plaza al menos esta noche se durmirera con mi olor y soñara conmigo.

2 comentarios:

Pedro Rodríguez. dijo...

Si te has propuesto escribir una historia llena de sensaciones, créeme que lo lograste... Es una cucharada amarga para cualquiera que tenga algo de sentimientos en su interior, y una bocanada en el rostro para cualquiera de los que haya contribuido en la secuencia de estos acontecimientos... Y tú sabes que es así.
Hasta ahora no he visto tus imágenes, pero tus letras me impresionan.

Pedro

koncia dijo...

ME PARECE UN TEXTO UN TANTO CURSI Y COMO DIJO PARÍS, REALMENTE ES UNA CUCHARADA AMARGA, PERO CARGADADA DEL TÍPICO ROMANTICÍSMO.