lunes, septiembre 11, 2006

Un texto Indecente



Ya es primavera, se levanta la carpa del circo. Margarita llega mirando a todo el mundo. Una mujer gorda la espera.

Necesita audicionar para trabajar en aquel circo; su sueño frustrado está a punto de hacerse realidad. Toda su vida ha querido ser vedette, pero sólo ha podido ser contemplada por los ojos de su padre y de sus tíos quienes la aplaudían, jadeando, deseoso de poseerla en el momento mismo que la música paraba de sonar.

Margarita llega hasta donde la gran mujer. Baila para ella. Sus movimientos no provocan nada más que hambre en la gorda, quien come lentamente los pasteles de crema que se esparce por su cara y aparece entremedio de sus gruesos dedos blancos.

Termina la música y Margarita ya no sabe qué hacer. Un silencio se ha provocado en la carpa. Los artistas se han quedado inmóviles mirando el delgado cuerpo de Margarita que brillaba con sus gotas de sudor.

La mujer gorda, seria, en silencio, chupa sus dedos encremados, se para con dificultado y le ordena a Margarita que la siga. Ambas se dirigen al privado. Al fondo de la carpa donde nadie más puede entrar. Donde no hay más que una puerta y tras de ella una gran cama de sábanas delgadas, usadas una y mil veces, con pelotas de hilo pegadas, un blanco grisáceo, seboso. Al lado, e la mesita, las botellitas de licor de café y menta, las copas diminutas de vidrio. La gorda se recuesta lentamente y Margarita como hipnotizada se acerca a ella. La gorda desabotona su vestido, deja ver sus gigantes senos y se sobajea en la cama. Margarita comienza a jadear, así tal cual como su padre y sus tíos y no aguanta las ganas de manosear los pechos de la gorda. Ahí en un éxtasis de crema y grasas, la carne abultada de la gorda succiona, aprieta y cede a los huesos, a la figura esquelética de Margarita.

Margarita ya puede trabajar en el circo. Ya fue aceptada por la gran jefa, pero sólo estará a prueba por untar de semanas. Aún no ha ganado toda la confianza de la gorda. Mientras tanto, deberá limpiar la mierda del elefante, ha demostrado ser muy buena con su lengua; eso por lo menos lo dicen los enanos que ya llevan años allí y han pasado por todo.

1 comentario:

Pedro Rodríguez. dijo...

Olvide, es verdad, el título de este cuento, pero no creo que sea importante, aca lo que pesa es lo que pienso respecto a este tan indecente texto. ¿Te acuerdas lo que te dije en la tarde del café?... eso pienso. La envidia literaria.